sábado, abril 20, 2024
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EL PODER ESTÁ EN REINVENTARNOS UNA OPORTUNIDAD PARA CONSTRUIR LA VIDA SOBRE BASES SÓLIDAS

Por: Diandra Iguarán

Es ahí, en lo desconocido, donde los seres humanos tenemos todo el potencial de crear cuando llegan las crisis; no nos queda más que ajustar las velas y navegar a otro puerto, porque estamos en uno que no es tan seguro. Hoy, todos como humanidad enfrentamos a un cambio que, aunque nos tomó por sorpresa, no llegó sin avisar.

Nos llegaban preavisos cuando la enfermedad dejó de pertenecer solo a los ancianos y las mamás empezaron a llorar viendo a sus niños enfermar; cuando patologías huérfanas empezaron a ser más adoptadas y ya no solo afectaban a la humanidad, también árboles, bosques, océanos y peces en el mar; cuando las personas gastaban su vida por acumular dinero y luego debían usar ese dinero para salvar sus vidas.

Cuando empezamos a creer que la felicidad y el éxito estaban allá afuera, en algún lugar lejano y perdíamos días, semanas, meses y años persiguiendo aquello que pusimos el título de inalcanzable. Cuando el refugio ya no era el calor de un hogar, sino el alcohol, la ropa, comida y todo lo que pudiésemos atesorar; ya nunca más tuvimos un resguardo, por el contrario, escapábamos de aquel laberinto al que no le encontrábamos salida.

Cuando el trabajo comenzó a convertirse en esfuerzo, dolor y sacrificio, pero también en aquel lugar que le usurpó la posición privilegiada que debe tener nuestra familia, salud, bienestar, paz y tranquilidad. Cuando empezamos a navegar en las aguas del facilismo, el mismo que creó bases de contención en la zona de comodidad; ese lugar donde delegamos funciones que nos pertenecían solo a nosotros como la forma de alimentarnos, educar a nuestros hijos, amarnos y cuidarnos; pero, sobre todo, delegamos nuestros sueños a otros que decidimos ver como privilegiados.

Cuando ya otros virus y plagas traían mensajes que nos decían que debíamos fortalecernos, cuidarnos, armarnos de un sistema con capacidad de defendernos; era un mensaje claro que no había que decodificar, no estaba en sánscrito o en una forma que no pudiésemos descifrar; debíamos construir nuestra vida sobre bases sólidas o una roca firme para aquellos momentos en que ese viento fuerte llamado enfermedad soplara sin derrumbarnos. No es la primera vez que tropezamos con esa piedra, pero si la primera vez que nos damos un golpe lo suficiente fuerte para cambiar y transcender.

FLUIR CON LO NUEVO

La palabra que más resonará será: reaprender. Algunos deben repetir el preescolar de su vida, porque algunas materias quedaron deficientes como la tarea de amarnos. San Mateo 22:39 dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, pero ¿cómo amarnos los unos a los otros si ni siquiera sabemos amarnos a nosotros mismos?

Algunos deben aprender a comer y alimentarse mejor, muchos estarán interesados en retar a su cuerpo a sudar y ejercitarse, otros deben aprender a bajar las revoluciones de la vida, comprenderán que no existe una carrera en contra del tiempo, que la realización personal está muy lejos de acumular títulos, honores y grandes posiciones; en su lugar, es llegar a ser la expresión más grande de nosotros como humanos y esta manifestación se halla en descubrir nuestro propósito.

Muchos en su soledad descubrirán que se perdieron de escucharse, porque se concentraron en escuchar el ruido que estaba afuera, aprenderán que en el silencio está el secreto para descubrirse y vivir mejor. También, aprenderemos que la mejor vida es la que se vive aquí y ahora; es el único tesoro que realmente poseemos, que todo de lo que alguna vez nos quejamos era quizá, nuestro mayor privilegio. 

¿QUÉ NOS QUEDA COMO HUMANIDAD?

Aceptar que la forma de trabajar cambió, así como la manera de educar a nuestros hijos evolucionó, que los viejos hábitos deben cambiarse a nuevos y mejores, la naturaleza merece más respeto y nos necesitamos como nunca los unos a los otros; admitir que la salud es nuestro mayor y único tesoro, además, el desapego es necesario; pero, sobre todo, reconocer que todo esto debía pasar para elevar nuestra conciencia y eso solo sucede con una fuerte sacudida. 

REINVENTARNOS

¿Qué debe renacer en mí?, ¿cuál es ese viejo yo al que le debo decir adiós? No tenemos más opción que cambiar nuestro discurso interior, no nos queda más que cambiar el ‘yo no soy’, ‘yo no puedo’ por ‘yo puedo, porque decido hacerlo’. Para trascender tenemos que aprender la lección que nuestra alma necesita para fluir con el nuevo nivel de conciencia en el que la vida transmutó.

La presencia, esa tarea que nos ha quedado tan difícil, es la que nos permitirá desarrollar el área más creativa, esa habilidad que poseemos como seres humanos, la zona del cerebro consciente, donde se esconde todo nuestro potencial. Es ahora una corona de espigas la que parte nuestra humanidad en dos, ¿por qué dudar entonces que es un mensaje que viene de Dios?

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