viernes, julio 26, 2024
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LAURA HERNÁNDEZ ESPINOSA: EL ARTE DEL MARIDAJE, LA CULTURA Y LA SOSTENIBILIDAD SON LA PASIÓN DE LA EXITOSA SOMMELIER CARTAGENERA

POR: MARÍA ISABEL CABARCAS

El talento y la creatividad son innatos en esta curiosa, sensible, disciplinada y apasionada mujer cartagenera que anhela, incesantemente, impulsar el desarrollo desde la investigación, el trabajo con las comunidades y la bioculturalidad, como expresa ella misma: “Me encantan las historias, conocer dónde estoy, las tradiciones de los lugares a donde voy y buscar formas innovadoras de contribuir al bienestar de los territorios”. A sus escasos 36 años, expresa fluidamente opiniones y reflexiones sobre el vino que es su licor preferido, entre ellos: pinot noir de Borgoña y Oregón, albariño de Galicia y el jerez. Sobre los licores artesanales colombianos, le gusta el viche, así como el chirrinchi wayuu, la contra de Sucre, el vino de corozo, el chapil de Nariño, los serviditos, la tomaseca, el arrechón, el bola e’ gancho de Ocaña, entre otros. La gastronomía ha sido parte fundamental de su vida, pues es hija de la reconocida chef Leonor Espinosa, con quien además ha trabajado arduamente en los últimos años, tanto en el prestigioso Restaurante LEO, ubicado reiteradamente en el ranking The World’s 50 Best Restaurants; así como en FUNLEO, la entidad sin ánimo de lucro desde la cual generan iniciativas por el bienestar, la preservación y sostenibilidad de las prácticas ancestrales en las cocinas tradicionales de Colombia.

Su mamá procuró que, desde pequeña, conociera, descubriera y amara la cultura popular cartagenera, moviéndose, compartiendo libre y espontáneamente entre los vendedores, palenqueras y portadores de la tradición culinaria, entre cocteles de camarón, jugos, dulces, raspao y fruta fresca: “De su mano conocí ese rostro afro que tuvo un profundo efecto en mí y que hoy se traduce, de alguna manera, en lo que hago, a través de la exaltación de la diversidad, iniciando, justamente, por la exploración de los orígenes y las tradiciones de mi ciudad. Creo que se debe mostrar ese crisol de culturas e historias que la caracterizan y marcan como destino cultural”. Entre sus más bellos y entrañables recuerdos de infancia, se ve de niña saliendo de San Diego, su barrio natal en el Centro Histórico, jugando en las murallas con sus vecinos y amigos; también, acompañando a su abuelo Juan, quien era comerciante de lubricantes, al antiguo Muelle de los Pegasos, comiendo patacón con queso y tomando jugo de níspero o zapote con leche en vaso de aluminio: “Fui la primera nieta de mis abuelos, y eso hizo que estuviera rodeada siempre de su amor, de la atención y celebración de mis seis tíos”.

En sus estudios como sommelier en Buenos Aires, donde se encontraba cursando algunos semestres de su pregrado, halló algo que marcaría su vida para siempre: “Lloré al participar en mi primera cata cuando tenía 20 años y dije, no quiero dejar de hacer esto nunca”. Allí, se graduó con honores, siendo reconocida como la Mejor Sommelier del Año. Hoy, recuerda con gratitud que fue justamente su mamá, quien la animó a iniciarse en ese apasionante mundo del maridaje, de los licores y los productos especiales como los quesos y puros. Se graduó a los 24 años como profesional en Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario; también, estudió una especialización en Responsabilidad Social Corporativa, máster en estudios interdisciplinarios sobre Desarrollo de la Universidad de los Andes y cursa actualmente un Executive MBA en la misma universidad. De aquellos años de diligentes estudios, recuerda su ánimo incesante por acumular conocimientos para ponerlos al servicio de la causa de la que ya se había enamorado, pues siempre ha sido la compañera de aventuras de su mamá. Aunque en principio pensó en la diplomacia, cuenta que hoy sus estudios y las experiencias vividas le han permitido abordar, profesionalmente, componentes fundamentales como la seguridad alimentaria, sostenibilidad y los grandes desafíos de la ruralidad.

Para esta inquieta joven, conocer lugares ha sido parte esencial de su vida y, en muchas de estas travesías, se ha hallado al lado de su madre. Comenta que ha probado exquisitos y exóticos platos preparados con amor por las portadoras de la tradición culinaria de las comunidades de Colombia. Desde su experiencia profesional, ha liderado interesantes proyectos que han impactado de forma significativa la vida de las comunidades, en la visibilidad de las portadoras de la tradición, en el mejoramiento de las prácticas, preparaciones y la convivencia con la biodiversidad: “Una vez, casi nos volcamos en el Amazonas en una barquita repleta de alimentos, llegamos a una comunidad a desarrollar talleres y sus miembros no hablaban español; hoy, nos reímos de todas esas vivencias. En otra ocasión, en un taller preparado para 30 personas, llegaron 200 mujeres y terminó siendo una experiencia hermosa, llena de mucho cariño”.Actualmente, le apuesta, junto a su mamá, a la ejecución de un modelo replicable de desarrollo desde la gastronomía: “Entendemos que la gastronomía es un eje transversal desde el cual las personas pueden mejorar sus ingresos, asociarse, mejorar su dieta, comercializar sus productos y dar a conocer su cultura”, afirma con total convicción sobre el camino que se propone continuar andando. 

Sobre su reciente paso por La Guajira, expresa: “Creo que La Guajira es un departamento con una riqueza étnica y una biodiversidad que pueden ser muy bien aprovechados. En un viaje reciente entendí mucho más sus subsistemas, tanto en su gastronomía como en su cultura. El turismo es una manera de mostrarse y de mejorar los ingresos sin descuidar la protección del medio ambiente y la conservación de las tradiciones. Es necesario estimular la asociatividad y fortalecer las acciones, desde proyectos de cooperación internacional que le apuesten al desarrollo”. De los actores del departamento que ha conocido, destaca el trabajo que adelanta el cocinero José Luis Cotes, la lideresa wayuu Aldina Pimienta y la empresaria Ana Lucía Ballesteros, a partir de las tradiciones culturales y culinarias de esta emblemática tierra. Al mismo tiempo, enfoca su atención en los lugares de auge turístico como Palomino y la alta guajira para que el manejo de residuos sólidos se convierta en una prioridad en las agendas de los actores locales, del Gobierno Nacional y de la sociedad civil en el territorio. Para Laura, el mejor maridaje es el que habla de una región, llamándolo “maridaje de terruño”, aunque es muy subjetivo como lo indica, menciona que el maridaje guajiro, perfecto para ella es: “Un spritz de iguaraya y un arroz de camarón seco, o un coctel a base de chirrinchi con limón mandarina y un chivo guisado en coco”.

Su gran amor es su madre, y al hablar sobre ella sus ojos se anegan lentamente y su voz se quiebra con dulzura: “Ella es una genia, con su alma adolescente y su comportamiento infantil, ha hecho de mí la mujer seria y madura que soy”, confiesa entre risas. “Mi mamá es etérea y despistada, es la persona que más me ha enseñado y que más capacidad tiene para materializar las ideas. Ella y yo nos complementamos, pues la gente dice que yo soy los pies sobre la tierra, pero es así, porque ella me ha enseñado a volar”. Para esta joven, ícono de la gastronomía, del desarrollo a partir de la biodiversidad y la cultura de los rincones del país, esperan muchos proyectos desde lo estratégico, pues es una convencida de su vocación, quien abraza con libertad sus pasiones, las disfruta en familia y tiene claro lo que anhela seguir haciendo toda su vida: ser generadora de procesos de transformación integral para el bien de las comunidades.

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