POR: GIOVANNI DE PICCOLI
Cuando se trata de nuevos descubrimientos en los diferentes campos del saber humano o en la búsqueda de respuestas a tantos interrogantes que nos hacemos sobre nuestra frágil existencia, esa frase que dice de forma no textual: “Hay más misterios por resolver en nuestro planeta que en la vastedad del cosmos”, cobra vigencia e importancia para quienes sentimos pasión hacia la historia. Como estudioso del arte universal y desde la ciencia de la Historiografía, la rama visual de las humanidades que nos pone en contacto con los vestigios arqueológicos, los desarrollos arquitectónicos, las expresiones plásticas en sus técnicas y categorías, al igual que los productos de diseño y arte en los inicios del hombre como criatura creadora, en la remota antigüedad hasta la actualidad; es cuantioso el material, cuya explicación no es posible y solo podemos llegar a conjeturas que seguramente en su momento deberán ser revaluadas. Esos artefactos que el intelecto de hombres y mujeres han producido representan el testimonio de diversas sociedades que se amalgaman en este mundo, las cuales, con voz propia y certera, enaltecen las costumbres para propios y ajenos. Sin embargo, cada cultura posee hechos, acontecimientos y fenómenos que son difíciles de entender; por ello, a veces, algunas manifestaciones artísticas se convierten en la manera de expresar realidades que escapan a la comprensión de muchos y cuyos significados solo son conocidos por unos cuantos.
Por tal razón, surgen los mitos y leyendas, de los cuales se suele decir que ocultan grandes verdades. Lo cierto es que, las arenas del desierto del Sahara solo han revelado un 10% de sus tesoros en relación a la civilización egipcia; asimismo, las profundidades del océano aún no han sido conquistadas por el ser humano y teniendo en cuenta que, aproximadamente, tres cuartas partes de nuestro planeta es agua, hay mucho por recorrer y descubrir. Quizá, la famosa Atlántida, descrita por Platón en el diálogo de ‘Timeo y Critias’, sí existió e, incluso, podría aún existir; después de todo, la vida en su proceso evolutivo surgió en los mares ¿Existe la posibilidad que la vida siguiera su curso en el agua de modo paralelo al que ha seguido en la tierra? Esto, nos lleva a los avistamientos de sirenas y tritones en testimonios que datan de siglos atrás, destacando a científicos como Karl Banse en 1990 y, recientemente, Brian McCormick, quienes no los consideran criaturas fantásticas, sino una realidad que habita en el fondo del mar. En el arte, tres piezas maravillosas ilustran a dichos seres mitad humanos, mitad peces: ‘Ulises y las sirenas’ de Herbert James Draper, ‘La sirena’ de John William Waterhouse y, sin duda, la más célebre de todas, la escultura en bronce sobre una roca en Copenhague, Dinamarca de Edgar Eriksen: ‘La sirenita’.
El cine y la televisión, que tienen un mayor impacto en la actualidad, han efectuado producciones inspiradas en esos misterios que han convivido con el hombre durante milenios. Uno de esos films fue ‘Señales’, dirigido por M. Night Shyamalan y protagonizado por los ganadores del Oscar: Mel Gibson y Joaquin Phoenix, cuya temática entre la ciencia ficción y el suspenso, mostraba los llamados círculos de las cosechas, junto a una invasión extraterrestre. Hoy en día, resulta común preguntarse si estamos solos en el universo y en caso de que hiciéramos parte de un guion cinematográfico, podría darse un encuentro. Lo cierto es que, muchas personas ya no ven esto como un imaginario, producto de locos sin oficio o teorías conspirativas; por el contrario, es una realidad latente y palpable. Particularmente, los círculos en los cultivos son verdaderas piezas de arte en su composición visual, que solo pueden observarse desde el cielo y comenzaron a aparecer en los campos de maíz en Inglaterra en los años 70; posteriormente, en los 80 y 90 se encontraron en otras partes del mundo. Poseen una complejidad propia de las geometrías sagradas y extraordinarias morfologías de gran valor simbólico e, incluso, místico; así pues, hoy, a finales del primer veinteno del siglo XXI, todavía siguen apareciendo, pero, posiblemente, ya no son tan difundidos por los medios de comunicación. Sin embargo, esta manera de generar elementos visuales, apreciables desde las alturas, no es algo nuevo.
Uno de los misterios más grandes de la humanidad está en el hemisferio sur de nuestro continente: las Líneas de Nazca en Perú, una extraordinaria construcción de areoglifos en formas de animales, figuras geométricas, antropomorfas, fitomorfas o simples trazados que se interceptan entre sí, como verdaderas autopistas marcadas en el suelo desértico, creadas entre los años 100 a. C. y 600 d. C. Muy cercano a ellas está el Candelabro de Paracas, un gigantesco geoglifo de 2.500 años, que algunos científicos asocian al tridente de Neptuno y que compite con las recientes figuras de Kazajistán, retratadas por la NASA, con una antigüedad de 8.000 años; el Gigante de Atacama en Chile, las figuras de Blythe Intaglios en los Estados Unidos y el Gigante de Cerne Abbas en Inglaterra; en todos ellos no se puede descartar ni la pericia técnica para realizarlos, ni tampoco la estética artística que los representa, aunque su significado aún sigue siendo un tanto oscuro.
El hombre es un ser que no para de construir, crear, plantar una semilla y dejar un testimonio, dirigido a las generaciones futuras o aquellas que quedan atrás; dicha motivación de relatar su historia por diversos medios es una herencia que, actualmente, sigue en nuestro ADN, lo único que cambia es el modo, la tecnología y el momento oportuno para escribirla, al mismo tiempo que se documenta. La Internet es hoy lo que en el siglo III a. C. fue la Biblioteca de Alejandría, un centro de conocimiento, donde se tenía acceso a la cultura, las ciencias, el arte y aquello que representara la creatividad humana. El aprendizaje en la era digital se encuentra a un click y el conocimiento es poder; lastimosamente, en pleno siglo XXI, hay muchas cosas que desconocemos, porque no todos logran obtener la información y, en ocasiones, lo que se da a conocer no es verdad; por lo tanto, los misterios seguirán siendo parte de las sociedades y siempre estará esa sed por descubrir algo que confronte nuestra propia existencia y papel en el universo.