viernes, julio 26, 2024
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“OYE, ¡TÚ SI CRITICAS!” CUANDO COMENTAR LAS SITUACIONES DE OTROS TERMINA SIENDO UN MAL HÁBITO

POR: GERMÁN HENNESSEY

Hace ya varios años recibí de mi hijo una lección personal, cuando estábamos en el parque, descansando, después de que él, un chico de diez años, hubiera retozado por horas. Sentados, empecé a hacer comentarios desprevenidos sobre las personas, tipo: “Esa señora debería hacer…”, “mira a ese chico manejando mal la bicicleta”, “ajá, ese señor pretende cargar todo, si se nota que no puede”; “qué señora tan presuntuosa con esos patines”, “caramba, para qué juega si no tiene idea”. No recuerdo los comentarios que hice, por lo cual las frases son solo ejemplos, lo que sí tengo grabado es el gesto de mi hijo y su expresión: “Oye, tú si criticas”.

Ese fue un golpe directo, que sacó enseguida a mi yo-defensivo. Empecé a explicarle que yo era muy observador, que solo hacía comentarios al aire, y volvió con la sentencia: “¡Tú si criticas!”, así que desistí de mis esfuerzos por explicar, aclarar o precisar; lo miré tranquilo y solo atiné a decir: “¿Sabes qué?, tienes razón”. Me callé y aprendí.

¿COMENTAS O CRITICAS?

Criticar se puede definir como “analizar pormenorizadamente algo y valorarlo según los criterios propios” (Real Academia Española [RAE], s.f.). Cuando hago una crítica, describo, analizo y/o interpreto una situación, un hecho o el comportamiento de una persona o grupo desde ‘mi leal saber y entender’; lo que significa que lo realizo desde mi experiencia, aprendizaje, cultura y actitud, de manera subjetiva; por lo tanto, la crítica es una opinión, un juicio o valoración, de la cual la mayoría de las veces no somos conscientes y asumimos que es una opinión ‘objetiva’ o ‘concreta’.

Consideremos mis ejemplos antes. Mencionar que alguien maneja mal la bicicleta muestra que hago una comparación con lo que asumo es ‘buen manejo’, sin aclarar si yo lo hago bien; si expreso que alguien es presuntuoso, indico que estoy en contra de la presuntuosidad, sin explicar si yo he tenido comportamientos similares en alguna ocasión. ¿Mis comentarios eran una crítica? Sí, porque comparé el comportamiento de una persona con criterios o referencias que consideraba eran los correctos y válidos, es decir, ejercía de juez que dictaba sentencia.

Describamos otros casos frecuentes: “Como estás de linda, amiga”; “esa muñeca te quedó bien hecha, hija”; “hiciste un esfuerzo valioso para alcanzar la meta”, estas expresiones son comentarios positivos que le hacemos a alguien, pues valoran, resaltan o halagan. Dichos ejemplos, aunque destacan algo positivo, son una crítica; todas tienen una carga de subjetividad, porque comparo con un criterio que yo he definido como el correcto.

Último ejemplo. Cuando queremos saber sobre una película, leemos comentarios de otras personas; buscamos opiniones de conocidos y, en especial, de quienes creemos son expertos en cine; ellos dicen si les pareció buena o mala la actuación, el guion, los actores, la fotografía y demás ítems; al final, nos recomiendan ir o no a verla; también, es una crítica, solo que la consideramos ‘objetiva’, porque quien la emite ha explicado su análisis con detalles y ha argumentado de manera precisa. Sin embargo, otros podrían opinar diferente, pues tienen criterios distintos y ambos son igual de válidos.  

EL MAL HÁBITO

Así como nos encanta aconsejar, somos fáciles para criticar; algunos por considerarse expertos, otros, por envidia o por sentirse inferior y piensan que señalar a otros los hace similar, o por insatisfacción personal o por hacer catarsis de su vida.

¿CUÁL ES LA RAZÓN POR LA QUE CRITICAS?

Cuando mi hijo me enseñó a ser consciente de esos actos, diría que había un sentimiento de superioridad: asumía que podía determinar si alguien actuaba bien o hacía algo correcto; capacidad que no tengo, pues ni soy juez moral, experto en bicicletas o modas. También, entendí algo, aún más fuerte: solía hacer comentarios desprevenidos o espontáneos, sin intención alguna de daño, porque los hacía para mí, sin que otros se enteraran. Empecé a observar a los demás: noté que muchos vivían hablando mal de todo y de todos, incluso, con comentarios que parecían divertidos. Al ser consciente de ese hábito, entendí que hablar mal de otro era realmente hablar mal de mí; algo fallaba si requería desquitarme con otro, atacar a otro con mis apreciaciones o acolitar a otros con la crítica o burla. Comprendí que ese hábito generaba una “mala energía” mental y de vida al sobrecargarme de negativismo, y que esas personas eran tóxicas.

Entendí que cada quien vive como desea o puede, que su perspectiva de vida es tan válida como la de cualquiera. Aprendí el valor del respeto real, pues muchas veces decimos respetar, pero hacemos críticas para demeritarlos; entonces, no respetamos de verdad, porque no valoramos a las personas que son diferentes a nosotros. Por eso, me pregunto: ¿Quién soy yo para criticar?, incluso, para criticarme de manera ofensiva y agresiva, haciéndome similar daño que hago a los demás con mis comentarios. He aprendido la diferencia entre describir con argumentos claros el trabajo o el comportamiento de alguien, respetando a la persona, de solo atacarlo con una crítica subjetiva.

¿CRÍTICA CONSTRUCTIVA?

Así como pensamos que hay crítica positiva, porque dice algo bueno, asumimos que hay crítica constructiva, pues aporta algún consejo o alguna idea útil, con expresiones tipo: “Tú haces esto mal, pero si haces esto así…”, “ese vestido es feo, pero si te pones este…” La primera parte, la crítica, ¿sabes cómo lo recibe?, la segunda parte, el consejo, ¿la persona está lista para escucharlo?, ¿le puede servir?

La crítica puede ser positiva si es solicitada y se expresa con un lenguaje adecuado, en los términos correctos y de cierta manera; si la planteamos acorde a la persona y sus circunstancias, si aplicamos asertividad y empatía total; al final, debe facilitar ver alternativas de acción para que el otro decida por su cuenta. Requisito ineludible: respeto real. 

Sé que tenemos buenas intenciones al querer hacer críticas constructivas. A mí me ha servido preguntarme ¿para qué voy a criticar?, la mayoría de las veces descubro que no tiene sentido y me aguanto el comentario, incluso, el pensamiento sobre la otra persona. Debe ser que al fin aprendí bien la lección de mi hijo.

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