martes, diciembre 10, 2024
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DESARROLLO TECNOLÓGICO: TRANSFORMACIONES QUE HAN PERMITIDO CREAR NUESTRA REALIDAD

POR: GIOVANNI DE PICCOLI

Hoy en día, estamos cotidianamente inmersos en un maremágnum de información, ya que las redes sociales llegaron para quedarse y por medio de ellas somos emisores y receptores de contenidos, cuyos códigos y mensajes resultan, desde los más irrisorios o banales, a aquellos que pueden sorprendernos, causarnos angustia o ponernos en contacto con la realidad que nos envuelve de una manera eficiente, veraz y en tiempo real. Para que esto sea posible, más allá de las noticias falsas o verdaderas, están las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones —TIC—, las cuales avanzan exponencialmente y lo que consideramos, por ejemplo, un teléfono móvil de última generación, en menos de 6 meses ya existe otro que lo supera.

La capacidad del ser humano de ir más allá, enfrentarse a retos y superarlos es, a mi forma de ver, la característica que nos define como especie; sin embargo, no se puede negar que, en este proceso, lo que puede perderse, posiblemente, supere lo ganado, pues ese equilibrio entre tecnología —ser humano— y naturaleza, se encuentra en una balanza que tiende a desestabilizarse a menudo y, en esos momentos, el precio que paga la humanidad es grande.

No es un secreto que el sector más contaminante, el cual afecta al medioambiente, es el energético, su huella de carbono genera el 60% de las emisiones globales de CO2 —dióxido de carbono—, pero pocos saben que la moda, es decir, la producción del vestuario que a diario usamos, es el segundo más dañino para el planeta; el tercero es la agroindustria y producción de alimentos; en el puesto número cuatro está el transporte vehicular, aéreo o marítimo; quinto, la joya de la corona, la construcción. Si analizamos lo anterior, los cinco hacen parte de nuestra vida, tal como la conocemos, y sin ellos no seríamos la especie que hemos llegado a ser, ya que suplen nuestras necesidades básicas: energía, alimentación, locomoción, abrigo y habitación.

Hace miles de años, descubrimos el fuego para darnos calor en el frío, preparar las comidas e iluminar en las sombras; sin embargo, también presentaba un lado negativo como arma destructiva, brindada por la naturaleza, según su manejo; así pues, evolucionó de la época incendiaria, hacia los proyectiles balísticos de largo alcance, hasta la bomba atómica, capaz de arrasar todo a su paso. Aprendimos a cultivar nuestros propios alimentos, irrigar el desierto, plantar árboles, cosechar los frutos de la madre naturaleza y comer lo suficiente, sin alterar el balance de esta. Hoy, la tala de bosques, producción exagerada de madera, erosión, comida chatarra, creación de productos transgénicos, el desperdicio de víveres en las naciones poderosas; además de la necesidad y el hambre en las sociedades menos desarrolladas, asfixian al planeta entre el frío extremo, las altas temperaturas de los incendios forestales o la desecación de los cuerpos de agua que, igualmente, son contaminados.

Milenios en el tiempo, dejamos de ser nómadas para convertirnos en sedentarios y establecernos, surgiendo así, las ciudades, junto a lo que implica un asentamiento humano sostenible y autosustentable. A su vez, se vuelve necesario moverse, ir de un sitio a otro, descubrir nuevas culturas, rutas y con ellas, el comercio, intercambio de cosas, brindando valor a los objetos creados artificialmente por el hombre, sean de carácter suntuario o funcional; posteriormente, nace la rueda, el ferrocarril, automóvil, avión, navío, entre otros. El mundo se hace pequeño, instaurando fronteras de delimitación entre países, provocando que algunos se expandan, con el fin de hacerse más poderosos, usando los recursos de otros, que sucumben al ser tomados por los más desarrollados tecnológicamente; en ese sentido, la historia ha demostrado que cuando una civilización adelantada encuentra una menos avanzada, esta última, termina oprimida por la primera. Así, llegan los descubrimientos, conquistas, colonizadores, independencias y naciones soberanas, pero a qué costo, todo debido a la avaricia, el poder y deseo de obtener, así sea por la fuerza, cada vez más.

El Homo sapiens sapiens dejó de estar desnudo y cubrió su cuerpo, no por pudor, sino para protegerse de las estaciones; asimismo, aprendió a cazar y aprovechar al animal muerto al 100%: la carne como alimento, piel para vestirse y los huesos en la realización de artefactos decorativos o utilitarios, nada se desperdiciaba. Posteriormente, descubre las fibras naturales y surge así la prenda de vestir, hasta llegar al ropaje actual, con sus telas sintéticas que cambian de acuerdo a las tendencias y temporadas; debido a lo anterior, se desarrolla el diseño, la moda, imperios textiles y lo que esto representa: lujos, estatus sociocultural, imagen personal; en definitiva, todo un mundo de posibilidades, pero también de desigualdades.

Por último, si durante millares de años estos procesos se fueron entretejiendo, unos con otros, dando sentido a la palabra civilización, que nos define hoy en día, surge con esta el arte, crear objetos para la simple contemplación y expresión de nuestras realidades, desde métodos figurativos, enviando un mensaje por medio de la imagen; por ejemplo, aquellas en las cuevas de Altamira o Lascaux, en hermosos murales rupestres; la creación de Adán en la Capilla Sixtina, en Roma, o las obras de José Clemente Orozco, tan inmensamente bellas como desgarradoras, narrando historias, tanto sagradas como profanas. En medio del arte, nace la ingeniería, el diseño de producto o la artesanía y, a la par, la arquitectura, el hábitat para las personas, convirtiendo la gruta en choza, la choza en casa y, de allí, todo un repertorio de tipologías que marcaron estilos, todos bellos, útiles y necesarios, con la intención de dar albergue a cada una de nuestras actividades, las cuales, actualmente, se debaten entre lo necesario, suficiente o justo.

El desarrollo tecnológico de todo, cuanto existe, está en los ojos que lo observan; miremos más profundamente con el corazón, observemos con el espíritu y veamos con el alma, pero también con la razón.

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