POR: MILENA ORTIZ
Si te dieran la oportunidad de sentarte a hablar con el autor de tu libro favorito, ¿a quién escogerías? Seguramente, se te vino a la mente algún famoso escritor; dudo que hayas pensado en Dios, el autor de la Biblia, ese compendio de 66 libros, con miles de años de antigüedad, escrito por 44 hombres, inspirados por el Espíritu de Dios, en un periodo de más de 1.500 años. El libro más vendido de toda la historia, el más traducido y el que más han intentado desaparecer, pero nunca han podido.
Por su antigüedad, muchos consideran que la Biblia es solamente una fuente de hechos históricos, mas no un libro que hoy se pueda poner en práctica o al que sea posible acudir para buscar consejo e instrucción, porque es obsoleta, anticuada y no se ajusta a los avances de la modernidad. Sin embargo, lo que no se tiene en cuenta es que, las Sagradas Escrituras no apuntan a desarrollos tecnológicos o al crecimiento de las civilizaciones, sino a ese problema que ha existido desde el inicio de la humanidad y ni los más grandiosos avances científicos han podido erradicar: la maldad en el corazón del hombre.
Desde el inicio de sus páginas, nos encontramos con historias de hombres y mujeres que vivieron cosas muy similares a nosotros: pecaron, mintieron, atentaron contra el prójimo o fueron víctimas de otros, sufrieron pérdidas, enfermedades y angustias. Por muy antiguos que sean los relatos bíblicos, no se diferencian en nada a la condición que actualmente nosotros como humanos tenemos, los mismos problemas que enfrentaban miles de años atrás, los padecemos hoy y fácilmente nos podemos identificar con sus historias.
En nuestra cotidianidad somos bombardeados por las redes sociales, los afanes diarios, la presión y las expectativas que otros tienen de nosotros, nos arrastran en una corriente de ansiedad y temor. En medio de esta caótica carrera que se ha convertido nuestra vida, nos haría demasiado bien detenernos a escuchar a Dios, mientras callamos la voz del mundo. Las bondades que provienen de leer la Biblia son innumerables, miles de personas a lo largo de las épocas y de distintos lugares lo testifican. A continuación, me permito mencionarte algunas de las bendiciones que vienen al leer las Sagradas Escrituras.
COMUNIÓN CON DIOS. Algunos leen la Biblia con ojos críticos o por simple curiosidad, pero debemos leerla con la certeza de que es la Palabra que Él nos dejó escrita para comunicarse con nosotros. A veces, queremos que Dios se manifieste de formas místicas o, en ocasiones, creemos que no nos escucha, ni nos habla; sin embargo, como dijo Justin Peters: “¿Deseas que Dios te hable mucho, mucho, mucho? Abre tu Biblia y léela mucho, mucho, mucho”.
SABIDURÍA. Solemos equivocarnos por buscar respuestas en lugares erróneos, pero la Biblia es una rica fuente de sabiduría para el manejo de las finanzas, la crianza de los hijos y todo lo que conlleva tener una vida de piedad. Lo mejor de todo es que nunca falla, aun, el más ingenuo puede obtener abundante entendimiento, “porque el Señor da sabiduría, de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia”, menciona Proverbios 2:6.
CONSUELO. El dolor es un tema recurrente en la Biblia. Hay muchos salmos que expresan angustia, incluso, hay un libro llamado Lamentaciones; esto, nos muestra que Dios no es ajeno a nuestros sufrimientos, al contrario, desea confortarnos en medio de ellos. Ya sea que tengas heridas que sanar o una dura situación que enfrentar, llénate del conocimiento de Dios y sus promesas, hasta que puedas decir como Salmos 119:50: “Este es mi consuelo en la aflicción: que tu palabra me ha vivificado”.
PAZ. “Porque en su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas”, estas palabras de Salmos 95:4 me llenan de mucha paz, porque puedo leerlas en medio de cualquier dificultad y recordar que el Dios que creó todo este mundo y lo sostiene en su mano, es el mismo que me ha amado y cuidado desde siempre. Es cierto que en ningún fragmento Dios nos promete una vida libre de aflicciones, pero muchas veces Él asegura que nunca abandonará a sus hijos en medio de ellas; aun, en el más oscuro valle, es posible encontrar paz al conocer a ese Dios en quien reposa el universo.
CONTENTAMIENTO. Vivimos en una sociedad consumista, soñamos tener algo creyendo que nos saciará, pero al poco tiempo de obtenerlo nos aburrimos y ya queremos probar algo nuevo. Pensamos en el pasado, porque nos parece mejor que el presente, mientras que vemos el futuro con ansiedad; nunca estamos satisfechos y la queja está continuamente en nuestra boca. Ante esta tendencia de nuestro engañoso corazón, las Sagradas Escrituras nos pueden alentar y exhortar, como las palabras de 1 Timoteo 6:7-8: “Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”.
Todas estas bendiciones y más las encontramos al leer la Biblia, que se trata, en todo sentido, de Jesucristo —y no de nosotros mismos, como algunos pueden creer—. Este grandioso libro nos habla del Cristo que descendió del cielo para comunicarse con nosotros, por medio de lenguas humanas, a fin de darnos la buena noticia del evangelio, reconciliarnos con Dios y hacernos sus hijos. No es un libro más, es la sublime Palabra de Dios, poderosa para cambiar tu vida; así que, como dijo un autor anónimo: “Léela para ser sabio, créela para ser salvo y practícala para ser santo”.