jueves, noviembre 21, 2024
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MUJERES CON MÁS DE 30: ¿SIN HIJOS Y SIN CASARSE?

Por: Fabrina Acosta Contreras

“Respecto de las mujeres, cuando buscan trabajo, además de calificación se le pide presencia y no basta con que sean amables y generosas, sino que deben además ser graciosas, simpáticas y coquetas, pero no mucho. Se les exige estar presentables y cuando juzgan que se ha pasado un milímetro, se les critica por presuntuosas. Se les elogia por ser madres y se les excluye por tener hijos”,

Camila Vallejo.

A la mujer le corresponden varias batallas, tendría que escribir múltiples columnas para lograr mencionarlas todas, pero en esta ocasión me ocuparé de la historia de muchas féminas que con más de 30 años, grandes logros académicos y cargos, aún no se han casado, ni tenido hijos. Comienzo mencionando el miedo del que quieren contagiarnos, generando temas de conversación como: “Esa señora es una amargada, nunca cogió marido” o “la familia son los hijos, porque uno solo no es suficiente y luego en la vejez no tiene quien la cuide”. Hay quienes adoptan —gratis— angustias ajenas, ¿será que no les basta con su vida? Por lo menos, a mí me es bastante con mis ganas de aportar a la transformación social, siento que el tiempo no me alcanza para pretender invadir la vida de otras personas.

MUJERES SOSPECHOSAS

Las mujeres que poseemos más de 30 años somos sospechosas de amargura, soledad, fracaso o esterilidad; si un hombre está solo a los 40 es el soltero cotizado, pero si es una adulta, se encuentra ‘falta de marido’. Definitivamente, la tenemos difícil, pasamos de una adolescencia donde la familia ruega que la calentura de la etapa no les deje en vergüenza por un embarazo precoz, a la angustia de que no nos reproduzcamos y el famoso trense nos pase; parece que nuestra matriz fuera un negocio peligroso de acuerdo a las etapas: muy temprano seríamos las alborotadas hormonales que no supimos esperar el matrimonio, mientras que después de los 30 somos las ‘quedadas’.

Asimismo, se escuchan las siguientes afirmaciones: “Tienes títulos profesionales, estabilidad económica, carro, etc., préñate de cualquiera, igual no necesitas a un hombre para mantener al bebé”; así de mercantil como suena: “Vaya, muchacha, busque cualquier festival de espermatozoides y póngalos al servicio de su útero, pero rápido que después se queda sin hijos”, y sigue el negocio, “no tengas un solo hijo, ten dos, porque de pronto se muere y no te queda nadie”; las predicciones frente a la vida sexual y reproductiva de las mujeres que sobrepasan los 30 son la demostración de lo influyente que suelen ser los prejuicios.

Todo después de los 30 se vuelve sospechoso, si te casas y pasa un tiempo sin embarazarte comienzan a preguntarte: “¿Quién tiene problemas de ‘esterilidad’? ¿Tu marido o tú?”, “¿Ajá y pa’ cuando el pelao?” o “procura parir ahora que estás joven, luego pareces abuela y no una mamá”.

EL MATRIMONIO Y LA HETERONORMATIVIDAD

Si la mujer no contrae matrimonio la cosa es peor, ya no es un problema solo de negociar con la reproducción, sino con la sexualidad, puesto que la tildan de lesbiana o ‘come callada’, es decir, cualquiera esconde a su esposo creyendo que puedes quitárselo; si te enojas eres una amargada, porque te hace falta un marido y si permaneces sola, depresiva; pues es difícil entender, para algunas mentes ortodoxas, que después de los 30 puedes estar dichosa sin un hombre al lado. Es tan fálico el pensamiento de esos personajes que por ‘falsa solidaridad’ buscan hacerte feliz, pero ¿qué es hacerte feliz? ¿Cumplir con las normas sociales, aunque para ello debas unirte con la persona equivocada o que no amas?; pareciera que la sociedad no le interesa si las mujeres son infelices por elegir mal a su socio de vida, lo importante es que no hagan parte de la lista de ‘quedadas’, lo cual resulta ser una perversa costumbre de las apariencias que atropellan conceptos subjetivos de felicidad, libertad y amor.

LOS TIEMPOS PERFECTOS, LOS TIEMPOS FORZADOS

Considero que las personas deben poseer la libertad para enamorarse, casarse, construir hogar o lo que decidan, sin la presión de los tiempos establecidos por la sociedad, pues siempre nos indican cuándo se puede tener novio, hijos o independencia. Ni mujeres u hombres deberían elegir a su socio o socia de vida como una opción para escapar de la soledad o salvarse de la dejada del tren, esa no es la dinámica en la que nos deberíamos mover; confieso que en mi caso no serán las presiones sociales las que me lleven a tomar una mala decisión. Las féminas debemos atrevernos a modificar el color, sabor y olor a las recetas sociales y ser eternas aprendices que vivan cada momento como una poesía de infinitas emociones; que si decidimos parir, amar o tejer una familia sea de manera desrecetada.

Cierro estas letras afirmando que tenemos más de 30, pero respiramos y nos emocionamos, así que no se preocupen por nosotras, estamos bien, superamos los 30 y aún no estamos menopáusicas, ni somos desahuciadas existenciales; siempre será el tiempo perfecto para elegir lo que queremos, cuándo y cómo, a nuestro ritmo o estilo. Eternamente, estaremos dispuestas a desmitificar imaginarios sociales que buscan encasillarnos en lo que podemos hacer o no, según edad, sexo, condición social o arquetipo cultural.

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