miércoles, noviembre 20, 2024
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MAYERLÍN VERGARA PÉREZ: EL ROSTRO DE LA ESPERANZA CONTRA LA VIOLENCIA Y EXPLOTACIÓN SEXUAL

POR: MARÍA ISABEL CABARCAS

Todos la llaman cariñosamente Maye. Tiene claro y es muy firme al expresar que: “No existe la prostitución infantil, ni hay niñas trabajadoras sexuales; solo existe la explotación sexual infantil y hay que combatirla con todas las fuerzas”. Para esta socióloga, egresada de la Universidad del Atlántico, escuchar decir “no quiero vivir” o “no tengo ganas de seguir adelante”, a las niñas, niños, jóvenes y mujeres con quienes trabaja y han sido víctimas de violencia sexual, le atraviesa el alma como una daga ardiente. Sin embargo, el dolor que esto le produce no la amilana; por el contrario, fortalece su convicción de seguir adelante, edificando esperanza sobre los cimientos de la dignidad resquebrajada que, como principio humano, se debe restablecer íntegramente en la vida de las personas.

Esta mujer cordobesa, nacida en Sahagún, llegó a Riohacha, proveniente de Cartagena y, desde entonces, el trabajo con las comunidades resignificó su vida, pues recuerda que hace mucho tiempo anhelaba salir de las aulas del distrito de Aguablanca en Cali, donde enseñaba como maestra, porque sentía que ese trabajo no le era suficiente: “El aula me quedaba pequeña”, expresa en tono nostálgico. Son innumerables las experiencias que han marcado su vida e influyeron en la búsqueda de los senderos por los que hoy transita profesionalmente con decisión. La dolorosa imagen de dos niños de 5 años, aproximadamente, parados en la Avenida Santander de Cartagena, consumiendo sustancias ilícitas, marcó su vida para siempre y aunque le partió el corazón aquella oprobiosa escena, supo hacia donde debía dirigir sus pasos: “Esto es lo que quiero hacer, quiero luchar contra esto”.

Trabaja en la Fundación Renacer hace 22 años, realizando acompañamiento psicosocial a los niños, niñas y adolescentes sobrevivientes de violencia sexual, en proceso de recuperación emocional, para superar el impacto de esa huella de dolor en sus vidas. Durante estos años, ha acompañado los programas en Barranquilla, Cartagena y, desde hace seis años, en La Guajira, donde apoyada por un equipo de profesionales maravillosos, han impactado la vida de más de 200 menores de edad, en diferentes municipios y corregimientos del departamento, así como migrantes, provenientes del vecino país: Venezuela.

Maye ha tenido la valiosa oportunidad de reunirse y dialogar con figuras importantes como la actriz Angelina Jolie, quien es Embajadora de Buena Voluntad de ACNUR, acerca de la grave problemática existente de explotación sexual infantil, entre población local o migrante e, incluso, llevarla a conocer la casa–hogar, donde la Fundación Renacer ejecuta sus programas y acciones encaminadas al restablecimiento de derechos, al tiempo que brinda atención psicosocial a las víctimas de este flagelo. “Caminar al lado de los niños, niñas y adolescentes sobrevivientes, es reconocerlos como personas con habilidades, talentos y potencialidades, es comprender su necesidad de desarrollar vínculos emocionales, es acercarse con un interés genuino, es al final del día, creer en ellos y ellas, creer que pueden salir adelante y tienen todas las posibilidades de desarrollar un plan de vida autónomo”, resumiendo así, con sus propias palabras, la convicción que guía su accionar como mujer y socióloga.

Desde su misión personal y profesional en la Fundación Renacer, ha creado múltiples escenarios terapéuticos individuales o colectivos, para acercarse a los niños y niñas desde sus entornos familiares y comunitarios, escucharlos, caminar a su ritmo, acompañando a las lideresas y líderes en la comprensión de este grave delito, desde una mirada de los derechos, aportando a las reflexiones y deconstrucción de imaginarios que responsabilizan a las víctimas de su situación, pues Maye es una convencida de que es así como se generan los entornos protectores en las comunidades y escenarios educativos. Vale destacar que, la Fundación Renacer fue fundada por Luz Stella Cárdenas Ovalle, quien es la directora nacional y que las labores de la fundación se expanden hacia diferentes municipios y regiones de Colombia; actualmente, después de 33 años, ha impactado a más de 22.000 personas en todo el territorio.

Maye, considera que la posibilidad de lograr privilegios como el Premio Nansen para Refugiados, el cual le fue otorgado por ACNUR —Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados— en el 2020 y que le significó, además, la consecución de múltiples escenarios mediáticos a nivel local, nacional e internacional, resultan ser importantes para seguir inspirando a otros y otras, continuar visibilizando y combatiendo problemas tan graves, reales, urgentes y actuales como la trata de personas, explotación, violencia sexual comercial de niñas, niños y adolescentes. Como parte del equipo de esta organización sin ánimo de lucro, Mayerlín ha aceptado el reto de reconocer esta labor como un trabajo de largo aliento, manteniendo su compromiso como pieza esencial de un equipo interdisciplinario, al identificar que son muchos los hombres y mujeres que han pasado por la fundación y hoy son grandes seres humanos, dotados de fortaleza y resiliencia, quienes disfrutan de sus derechos y realizan significativos aportes a la sociedad.

Como laboriosa guardiana de la inocencia de la niñez, ha sido consciente, coherente y persistente con los grandes desafíos que el fenómeno de la migración le significa a la infancia, y con los enormes riesgos a los cuales se ven abocados por todas las vulnerabilidades que deben afrontar, dado el contexto en el que se encuentran junto a sus familias. Mayerlín Vergara Pérez, la valiente mujer caribeña, con el corazón inevitablemente anclado en La Guajira, es un ícono de la defensa de los derechos humanos de las niñas, los niños y adolescentes del Caribe. Dada la fortaleza de su vocación, seguirá transitando con valentía por los intrincados caminos de la inequidad y la extrema pobreza de las comunidades vulnerables de La Guajira, luchando incansablemente por la sanación emocional, mental y el restablecimiento de los derechos de las víctimas del doloroso flagelo de la violencia sexual. La causa que lidera profesionalmente debe ser, necesariamente, como colectividad y sin distinción alguna, la causa de todos.

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