POR: MARÍA ISABEL CABARCAS
Si a los isleños o millones de turistas que han visitado por décadas este paraíso, se les preguntara cuál es la emoción con la que relacionan a Aruba, probablemente, la respuesta sería felicidad. Y es este, justamente, el sentimiento que resume el impacto que causa en la vida de las personas el hecho de vivir o visitar tan exótico lugar. Quizá, muchos la hayamos tenido presente, porque fue el sitio elegido por Barry y Rachel Green —Friends— para pasar su luna de miel, jamás realizada, y el lugar desde donde se realizara aquel épico concierto de Carlos Vives, en el que cantara magistralmente su canción ‘La cartera’, en vivo, cambiando la letra de esta y pronunciando aquella célebre frase: “Y verte siempre a la moda Aruba, New York”.
Aruba es una mezcla perfecta de playas paradisíacas, aguas azules y cristalinas, con arena blanca, clima tropical seco, paisajes exuberantes, espacios urbanos coloridos y tranquilidad. A esa sensacional mezcla se le suma la alegría, amabilidad y calidez, que caracteriza a sus gentes, quienes participan activamente en la cadena de valor que, por décadas, se ha creado alrededor de sus atractivos y marca característica como destino internacional de destacado interés. La importancia del turismo para la economía de la isla es crucial, pues las cifras de 2019, antes de la terrible pandemia que azotó a la humanidad, dan cuenta de la llegada de aproximadamente dos millones de visitantes, lo cual puede, incluso, representar casi el 34% del PIB —Producto Interno Bruto—.
Aunque los historiadores toman de referencia la tercera década del siglo XVII, como hito del inicio de la ocupación holandesa o neerlandesa del territorio insular, los vestigios arqueológicos de los pueblos originarios como primeros pobladores, datan del período conformado entre 2500 a.C., y 1000 d.C., siendo los indígenas caquetíos de las comunidades arahuacas, provenientes de Venezuela, quienes la habitaban ancestralmente.
Este crisol de culturas que, por centurias ha recibido en su seno a múltiples nacionalidades, ha propiciado con ello la combinación de varios idiomas entre sus habitantes: papiamento, holandés, español e inglés, siendo los dos primeros los idiomas oficiales del país. Esa misma combinación entre la cultura europea y caribeña, es visible, también, en el colorido y la estética de sus pintorescas edificaciones de evidente estilo arquitectónico colonial, recreadas con toques modernos y que tanto atraen a los visitantes para lograr hermosas fotografías. Quizá, sea esta una de sus más emblemáticas postales, tal como sucede con su vecina Curazao.
Probablemente, las hermosas playas locales sean lo que más le atrae a los millones de turistas que, anualmente, llegan por distintos medios a la isla; la indudable belleza de más de diez de ellas, entre las que se encuentran: Palm Beach, Eagle Beach, Baby Beach, Arashi Beach, Fisherman’s Huts, Mangel Halto Beach, Malmok Beach, Boca Prins Beach, entre otras, hacen de este lugar un destino que se promueve internacionalmente por proporcionarle al turista experiencias de plenitud y relajación en el apacible encuentro con la naturaleza.
Su árbol emblemático es el dividivi, mismo de La Guajira, y esto nos lleva inmediatamente a reflexionar, también, en los fuertes nexos históricos, comerciales, culturales y sociales que unen a este paraíso insular con la península colombiana y sus pobladores. Escritores e investigadores guajiros como Weildler Guerra Curvelo y Fredy González Zubiría, han evidenciado la fluida relación que mantenían ambos territorios, dada su cercanía y breve tiempo de navegación entre el otrora próspero puerto de Riohacha y zonas portuarias de la alta y extrema guajira en el municipio de Uribia.
Tal vez, por ello, emprendedores sociales como Clifford Rosa se hayan propuesto, desde hace más de una década, restablecer este intercambio con el concurso de los actores cruciales de los sectores tanto públicos como privados de la isla y del departamento. Este entusiasta arubiano, desde el corazón de Rancho, un popular barrio de la capital, trabaja incansablemente por el rescate de la historia y las raíces de los lugareños, haciendo alianzas con empresas e instituciones como la Universidad de Aruba, quienes creen en el emprendimiento social como motor de transformación desde lo local.
Oranjestad se prepara con gran entusiasmo para la celebración de sus doscientos años en el 2024, lo que conlleva, por supuesto, a la realización de múltiples eventos académicos, sociales y culturales, participando, activamente, en esta agenda los diversos grupos de valor de la ciudad. En la agenda cultural de la isla, se destaca el Aruba Art Fair, siendo sede el emblemático distrito de San Nicolás, reconocido por el colorido de sus murales y hermosos monumentos, como escenario abierto para el arte urbano y plástico. Tito Bolívar es el creador de este evento, que convoca a artistas y turistas por igual y que ha logrado que más de 50 murales reciban el reconocimiento y la admiración en esta destacada ruta de la ciudad.
Su gastronomía es variada, destacándose preparaciones y productos como el pastechi o pastiche —parecidos a las empanadas y rellenos con queso o proteína—; el funchi o funche, acompañante perfecto de platos de sabor fuerte como guisos; los tradicionales estofados de pollo, pescado o res; el embutido local de sabor picante, el queso gouda holandés, así como el keshi yena, hacen del encuentro con el paladar, un momento memorable. En zonas como Palm Beach, también, se podrá disfrutar de una amplia oferta y variedad de restaurantes de las distintas culturas culinarias del mundo.
Entre otros destinos, encontramos las cuevas y playas del Parque Nacional de Arikok, así como el imponente y centenario Faro California, de 30 metros de altura, lugar preferido para contemplar los pintorescos atardeceres. La Capilla de Alto Vista o Iglesia de los Peregrinos, recibe, también, constantes visitas por su historia y la belleza de su vista. Otros atractivos puntos de encuentro son el Museo del Aloe, que relata la historia de este icónico producto local; lo mismo que el Museo Arqueológico, cuya colección alcanza las 10.000 piezas y se encuentra abierto al público en el tradicional sector de Rancho. Cabe destacar que, en su parte frontal se sitúa una canoa artesanal o cayuco, donado en un gesto de hermandad cultural y étnica por el Banco de la República algunos años atrás. También, es posible ver a los hermosos flamencos rosados, aves migratorias que reposan en la bella isla y atraen las curiosas miradas de los turistas. Otra coincidencia con La Guajira, pues en Musichi y en el Santuario de Fauna y Flora los Flamencos, en Camarones, es posible observar, por temporadas, gigantescas bandadas de esta hermosa especie de ave.
Aruba es, sin duda, un paraíso en el Caribe que hay que visitar, pues promete una experiencia inolvidable, integral y plena para quienes llegan. Este destino seguirá consolidándose ante los ojos de la comunidad internacional, pues su extraordinaria belleza lo ha posicionado como uno de los más buscados por los turistas alrededor del mundo, y los lugareños reconocen el valor de este inmenso potencial. Estimado lector, lo invito a abrir su corazón y sus sentidos a este maravilloso paraíso, con sobradas razones, llamado la isla de la felicidad.
Crédito de fotografías: Desmond Ridderstap