miércoles, noviembre 20, 2024
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ARTE Y ARQUITECTURA: LOS MEMORIALES QUE SON MOTIVO DE ADMIRACIÓN Y RESPETO EN LA ACTUALIDAD

Por: Giovanni De Piccoli

La naturaleza del ser humano es compleja, la capacidad de crear o destruir hace parte de su esencia y el conflicto es la herencia que recibimos como maldición  de Caín y Abel. En la antigüedad, el hombre  luchaba  contra sus  vecinos  para obtener mejores  tierras y tesoros, además del poder político y social  de un pueblo  sobre otro. Hay evidencias pictográficas grabadas en piedras, textos, arquitecturas y muestras  de arte  que ilustran una sociedad plagada de guerras, victorias y derrotas; victimarios y víctimas en cada tiempo y lugar, a través del paso de los siglos hasta la actualidad.

A criterio del autor, son siete casos —dentro de los acontecimientos mundiales más recientes algunos y otros lejanos—  considerados como episodios oscuros y consolidados por tres factores que demuestran la capacidad del hombre de impartir dolor a sus congéneres; en donde el abuso del poder y autoridad han desencadenado momentos dramáticos en la historia mundial. El primer factor consiste en que son reconocidos y repudiados globalmente, el segundo denota que no hubo distinción de género, color de piel, condición socioeconómica  o creencia religiosa;  y el tercer es que conociendo  los hechos, nadie tomó la iniciativa con la fuerza suficiente para evitarlos.

En ese sentido, los deplorables ejemplos de la barbarie humana fueron: el exterminio de más de 60 millones de indígenas en todo el Nuevo Mundo, desde 1492 durante la conquista y colonia por parte de las naciones europeas en América; la Matanza  de San Bartolomé en Francia el 24 de agosto de 1572, que terminó con la vida de 7 a 12 mil protestantes por su convicción religiosa; el genocidio del Holocausto que desde 1941 hasta 1945 aniquiló alrededor de 2 millones setecientos mil judíos en pro de la superioridad racial; las bombas atómicas de  Hiroshima y Nagasaki, en donde más  de 100 mil personas  fueron vaporizadas  con la potencia  destructora  liberada; a esto  se suman  otros miles que fallecieron dolorosa y lentamente por los efectos de la radiación. Las  masacres de Ruanda con  alrededor de 1 millón de personas ajusticiadas a punta de  hachas, machetes, cuchillos, entre otros elementos cortopunzantes; dejando aproximadamente 250 mil mujeres violadas por conflictos étnicos y religiosos.

De igual manera, la Guerra de Bosnia por crímenes de odio racial contra la población musulmana, con más de 8 mil personas desaparecidas y otros tantos miles asesinados; por último, dos casos que aún persisten en el tiempo: las víctimas de la esclavitud que se cuentan por millones, la trata de personas, explotación de los niños, trabajos forzados mal remunerados, prostitución y venta de pornografía, los cultos mesiánicos, las caravanas de migrantes exiliados y los peligros que asechan a quienes quieren obtener un mejor prospecto de vida en países desarrollados. Estos y otros más son signos de la esclavitud contemporánea, que no tienen fronteras ni excepciones. Además, no es posible dejar de lado el terrorismo, pues genera millares de víctimas directas o indirectas a lo largo y ancho del mundo.

Lo anterior es asombroso, pero mucho más es que el conflicto armado colombiano haya afectado —según el expresidente Juan Manuel Santos—, a más de 8.376.463 personas durante aproximadamente 52 años; con asesinatos en masa, secuestros, desapariciones forzosas, reclutamientos de menores, desplazados, violaciones a los derechos humanos, etc. Lastimosamente, el colombiano del común  está distante  al dolor ajeno y solo se da cuenta de ese sufrimiento  cuando lo vive en su propia piel y alma.

La naturaleza humana hacia la negación es común, y el no dar relevancia a  situaciones lamentables  nos hace insensibles; por lo tanto, fríos ante cualquier momento terrible y devastador que otra persona pueda vivir. Sin embargo, el arte y  la arquitectura —como testimonios de cultura, sociedad e historia— son la  memoria tangible que hace gestos de  honorificación, tributo y homenaje hacia las víctimas; creando objetos maravillosos  que inmortalizan  en un edificio o pieza el testimonio,  para que no se repita el acontecimiento del triste resultado y se propenda a la  reparación; incrustándose  en la memoria de aquel ciudadano  que debe reconocerse en ellos  para valorar dicho sentir y hacerlo de algún modo suyo y propio. Lo anterior, con mayor razón cuando el mundo desea ese estado de paz, tranquilidad e igualdad; y que en medio de tantos actos que convulsionan diariamente a la sociedad actual,  por la  opresión, discordia  y el  duelo, la paz parece ser un bien de compra y venta  que se negocia y  escasea cada vez más.

La arquitectura y los memoriales son documentos que a manera de  monumentos sirven  como medio de comunicación entre el hecho que se conmemora  y la comunidad  que lo atesora, uno de ellos es Memoria y Luz en Padua de Daniel Libeskind, en honor al 11 de septiembre de 2001; y The Shoah Memorial del Holocausto Judío en Bolonia, ambos en Italia. En ellos se plasma el recuerdo a las víctimas como significado de triunfo y sobrevivencia, mas no de dolor; por lo tanto, son  exaltadas permitiendo  la reparación a quienes desaparecieron prontamente  bajo los yugos que atentaron contra la dignidad del ser  y sucumbieron bajo el peso de las Torres Gemelas o la crueldad Nazi. Hoy, son motivo  de inspiración y respeto, ejemplos  de victoria que se levantan más fuerte a pesar de las atrocidades cometidas en esos  actos barbáricos que cambiaron  la historia del mundo.

Algo que tienen los norteamericanos y europeos es el sentido de no olvidar, recordar para no repetir y exaltar para conmemorar. Le indican a las nuevas generaciones que toda experiencia dolorosa e injusta enseña a ser mejores individuos, no ajenos al dolor de tantos, mirándose en ese espejo que podría en cualquier momento reflejar su propia imagen. ¡Ojalá aprendamos de ellos este modo de tributar a nuestras víctimas!

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