POR: LORE JARABA
Esta es, quizá, la columna más íntima que escribo para ustedes, teniendo en cuenta el tema que trataré en esta ocasión: cuando era muy niña, había un portarretratos en el cuarto de mis padres, donde aparecía mi papá, sentado en una mecedora, con una camiseta de Batman; de esas sencillas, negra, con el logo en el pecho, en color amarillo. Desde ese momento, y por tratar de conservar mi parecido con el hombre que me dio vida, quedé fascinada con Batman. Lo que vino después fueron más señales de que ese mundo era lo mío, porque a esa edad hacía parte de la cultura popular saber quiénes eran Superman, la Mujer Maravilla, Aquaman, The Flash o Linterna Verde.
Cuando tenía un poco más de conciencia, era adicta a la TV, veía la serie animada de Batman —1992— y la Liga de la Justicia de los ochenta, que aún se emitía. Mis papás conocían quién era Superman, desde los setenta, con el auge de sus películas, incluso, a esa edad, era popular la serie de la Mujer Maravilla —1975—. DC, en serio, era grande y le enseñó al mundo entero el significado de los superhéroes.
Recuerdo que del universo de Marvel Comics, lo único que podía cautivarme, tanto como todo lo que hacía DC, era Spider-Man —1994— y X-Men —1992—, series animadas increíbles que hoy día son de culto. A pesar de ser para el público infantil, nos enseñaron a escoger batallas, proteger a los que queremos, la responsabilidad de tener habilidades y las complejidades de ser distinto.
Todo se veía muy bien para Marvel, pero lo que muchos no saben es que en 1996 cayó en bancarrota, hasta el punto de vender los derechos de sus personajes más icónicos a otras productoras para que hicieran películas, videojuegos y salvarse. Hulk se quedó en Universal, Spider-Man fue cedido a Sony; mientras que X-Men, Daredevil, Deadpool y Los 4 Fantásticos se los quedó Fox —ahora conocido como Star—.
Solo hasta 1998, Marvel logró recaudar dinero y llevar a la pantalla grande al cazavampiros Blade, convirtiéndose en una de las mejores películas del género. A partir del éxito que tuvo la cinta, Sony, Universal y Fox, decidieron intentar llevar sus personajes adquiridos al live action y fue cuando nos presentaron las primeras películas de Spider-Man —2002— con Tobey Maguire, Daredevil —2003—, The Punisher —2004—, Los 4 Fantásticos —2005— y los icónicos X-Men —2000— con Hugh Jackman como Wolverine, que volverá para la película de Deadpool 3.
Con estos sacrificios, en los que Marvel apenas tomaba un poco de las ganancias de esas cintas de las que no tenía todos los derechos, fue que pudo al fin pagar sus deudas, pero las casas productoras, antes mencionadas, se quedaban con las mayores ganancias. Entonces, fue allí cuando realizó el riesgo más grande de todos y nombró a Kevin Feige como presidente de Marvel Studios, quien realizó su primera producción, tomando a unos personajes que aún conservaban, pero de los que no se conocía mucho: Los Vengadores.
Hoy, el Universo Cinematográfico de Marvel —MCU— ha logrado tener una de las películas más taquilleras de la historia; sacado más de 30 filmes, con muy buen rendimiento en ganancias; cuenta con streaming propio para sus series, han dado a conocer a muchos actores nuevos y salvaron la carrera de otros, como fue el caso de Robert Downey Jr., quien protagonizó la primera película de todas: Iron Man —2008—.
Mientras todo esto pasaba, DC estuvo apegada al viejo plan, pero no le estaba funcionando desde mediados de los noventa con Batman y Robin —1997—; todo empeoró con Catwoman —2004—, pero se levantó con Constantine —2005— de Keanu Reeves y el inicio de la mejor trilogía de todos los tiempos: Batman Begins —2005— de Christopher Nolan. El problema era que ninguna producción estaba relacionada con las otras, como sí lo comenzaba a hacer Marvel.
Pero, ¿vale la pena intentarlo en el 2023? ¡Claro que sí!, porque DC, desde su primera película —1951—, nos ha regalado la posibilidad de soñar con volar, ser invisibles o tener un superpoder. Ahora que James Gunn y Peter Safran asumen la presidencia de DC Studios, luego de tantos intentos por recuperarse, supone ser el inicio de todo y la oportunidad de tener la gloria que merecen sus cómics.
Falta tanto por contar y hay historias que en verdad lo valen; por ejemplo, existen películas que estoy segura de que muchos vieron, pero nunca pensaron que son de los cómics de DC, tal es el caso de las cintas Road to Perdition —2002—, A History of Violence —2005—, V for Vendetta y Watchmen —2006—, RED —2010— y The Kitchen —2019—.
Y, aunque esté pasando por el episodio en el que todos la comparan con el éxito abrumador de Marvel, es posible salvarla; solo debemos apoyarla, porque para alcanzar el éxito no siempre necesitas ganar, sino ser persistente. Y si les soy muy sincera, me dolería mucho que no ocurriera así, porque estaría dándole la espalda a aquello que me hizo amar las historias de superhéroes. Y sí, con mi corazón en la mano les digo: vale la pena salvar a DC.