Por: Germán Hennessey
Isabel —líder en un municipio del departamento del Atlántico—, participaba con otros compañeros dirigentes de juntas de acción comunal y organizaciones sociales en mi curso de liderazgo comunitario de 3 días; durante un ejercicio colectivo —orientado a entender que es mejor construir, convivir y trabajar en el espíritu del ‘nosotros’—, las 60 personas, realizaban diferentes movimientos solos o en pareja, dirigidos por mi socia, para luego hacerlos al ritmo de la música; cuando esta empezó a sonar, Isabel se hizo a un lado del coliseo y mientras los demás desarrollaban la actividad, nuestra líder seguía apoyada en la pared como observadora activa.
Concluida la retroalimentación y los aprendizajes del ejercicio grupal, ya en el salón, le pregunté a Isabel las razones para haberse apartado del grupo.
—Profesor —me dijo— por mi religión, yo no bailo.
—Isabel, ¿puedes hacer una actividad para aprender sobre liderazgo que requiera un ejercicio físico? —indagué—.
—Sí —me respondió—.
—¿Podrás hacer este ejercicio? —le pregunté, mientras repetía un par de los movimientos que habían realizado sus compañeros, acompañados por la música—.
—Isabel dudaba—.
—Entonces, le pregunté —¿Isabel, manteniendo tus preceptos religiosos, puedes darte permiso para realizar conmigo un ejercicio físico que te permita comprender un concepto de liderazgo?—
—Sí —respondió con cierto titubeo entusiasta—.
—¿Te das permiso para el ejercicio?
—Sí, señor —respondió con seguridad—.
La invité al centro del gran salón, solo ella y yo. Guiados por mi socia, realizamos una a una las mismas actividades anteriores, acompañados únicamente por el sonido de la voz, del viento y el silencio complaciente de sus compañeros. Al terminar, el aplauso de los otros líderes sorprendió a Isabel; quienes la conocían, estaban sorprendidos, mientras ella miraba con alegría y entusiasmo, había aprendido varias lecciones; una de ellas, el valor de darse permiso.
DARSE PERMISO
Somos nuestros paradigmas y creencias, aquello que damos por cierto, cual verdad irrefutable; en lo que creemos, a veces con fe ciega; lo que asumimos como pilares de nuestra vida, ya sea por aprendizaje personal, familiar, social, cultural o educación formal; lo que consideramos completamente certero.
Isabel ha sido un gran ejemplo de valentía al darse permiso, por eso comparto la historia, porque aprendí de ella. Como respeto las creencias de los demás y evito juzgarlos a causa de ellas, así no las comparta, no contradije el dogma religioso de Isabel ante la respuesta inicial; tampoco la reté invitándola a que lo rompiera, ni lo minimicé diciéndole que eso era una bobada; menos la fustigué, poniendo en entredicho su fe; solo le pedí que manteniendo sus principios, se permitiera hacer algo que podría tener valor para ella. Al realizarlo, aprendió de liderazgo y de sí misma.
DATE PERMISO, POR FAVOR
¿En qué aspectos de tu vida mereces darte permiso para actuar y hacer algo diferente o nuevo?
En el caso de ciertos gerentes, puede ser confiar en alguno de sus colaboradores y delegarles nuevas responsabilidades; o irse un día de descanso, facilitándole al equipo aprender a resolver los problemas en su ausencia. Para otra persona posiblemente sea retarse a no realizar algún hábito arraigado o hacer algo de forma distinta. En el ámbito laboral, podría significar trabajar junto a un compañero recién llegado o uno con quien tiene una difícil relación; o asumir interactuar de manera diferente con empleados de otras dependencias. Igualmente, aspectos que parecen simples, como vestirse utilizando una moda distinta a la usual o modificar el estilo del cabello; asimismo, cuestiones cotidianas, por ejemplo, cambiar el horario de una tarea hogareña o preparar los alimentos usando recetas novedosas; o asuntos más complejos, como tomar una clase extra, con el fin de probar una faceta desconocida del plan de estudio o iniciar un pequeño emprendimiento.
Darte permiso es asumir que eres la autoridad en tu vida, el jefe o la jefa de tu existencia; de manera que aceptas tener un comportamiento o realizar algunas acciones nuevas o diferentes, por lo menos una vez, un día o semana, según sea el caso. Un ejemplo podría ser cuando un padre le permite a su hija ir a una fiesta, con el objetivo de probar si tiene o no la responsabilidad para asistir a ese tipo de actividades sociales. Al darte permiso, extiendes por tiempo limitado la zona de seguridad, permitiéndote explorar más allá de ella, sin abandonar o traicionar los principios; mantienes tu dominio y reglas, ya que sigues en control, pues eres tú quien te da y podrá quitarte el permiso.
La condición de darte permiso es tener apertura para desarrollar la nueva acción o el comportamiento diferente, con el fin de reflexionar, permitiéndote aprender sobre ti; y con serenidad, consigas evaluar lo sucedido, los logros, dificultades y así, determines qué cambios incorporarás o si continúas igual, pues consideras que es mejor. Recuerda: no requieres el permiso de otra persona para ‘darte permiso’, porque tú eres la autoridad de tu vida; de este modo, si deseas explorar cierta situación, realizar una actividad, modificar alguna conducta, cambiar un hábito o simplemente hacer algo nuevo o distinto, eres tú quien se dará el permiso. Claro que en ocasiones, podrás pedir consejo o escuchar sugerencias que te ayuden a tomar la decisión o a definir el permiso que te otorgarás.
Isabel se dio permiso para realizar la actividad, con las condiciones que su religión y sus principios personales le indicaban; se demostró que podía ampliar su zona de seguridad, cuando exploró una nueva, en la cual entró gracias al permiso. Al final, aprendió más de ella que de liderazgo. Y yo, conocí de ella.
Al leer este artículo, ¿en qué estás pensando ahora para darte permiso?