POR: ANA MARÍA PELÁEZ
Si bien no creo en las fórmulas mágicas, hace 6 años decidí ser feliz; no quería seguir viviendo la vida que me tocaba, sino la que yo fuera capaz de construir. Entendí que para lograrlo debía hacer un ejercicio de autorreflexión, comprendiendo, además, que algunas situaciones dependían de mí y otras no. Mi invitación, en este espacio, es a trabajar las que sí dependen de ti para lograr una vida plena y feliz.
El primer paso es CONOCERTE; lo anterior, te llevará aencontrar tu propósito o como llaman los japoneses, ikigai, que traduce razón de ser. Te invito a conocer este modelo que, sin duda, te ayudará a ver la vida de una manera diferente. Para encontrar tu ikigai debes responder las siguientes preguntas:
- ¿Qué te gusta hacer? Escribe una lista de las cosas que amas hacer; lo que harías, aunque no te pagaran.
- ¿Para qué eres bueno? Para qué te consideras bueno, es decir, talentos o habilidades; luego, analiza qué tienen en común: lo que amas y en lo que eres bueno —sumando 1+2 encontrarás tu pasión—.
- ¿Cómo nos pueden pagar? Podría parecerse a las anteriores, pero muchas personas no les pagan por lo que les gusta, sino por lo que les toca. Si juntas por lo que te pagan con lo que eres bueno —3+2—, encontrarás tu profesión.
- ¿Cómo vamos a ayudar al mundo o nuestra comunidad? ¿Cómo le agregamos al mundo? Si juntas lo que el mundo necesita y por lo que te pagan —3+4—, encontrarás tu vocación.
- Ahora, junta lo que amas hacer con aquello que el mundo necesita —1+4— y encontrarás tu misión.
Es muy importante encontrar el centro de todo, el ikigai; asimismo, conocer y reconocer tus fortalezas, pues al cuestionarte, descubres el gran potencial que tienes en tu vida. Una vez hayas hecho este ejercicio, compleméntalo con el segundo paso: revisa tus hábitos, yo estoy convencida de que la felicidad es una cuestión de hábitos. Para ello, me inspiré en Okinawa: una pequeña isla al sur de Japón, donde habitan algunas de las personas más longevas y felices del mundo; debido a lo anterior, me puse a estudiar qué hacían, cuáles eran sus costumbres y me encontré con prácticas maravillosas que todos podemos incorporar a nuestra vida; aquí te dejo las que yo adopté a mi cotidianidad:
PASA A LA ACCIÓN. El cementerio está lleno de buenas intenciones, nos pasamos la vida soñando, pero ¿cuántas veces nos atrevemos a luchar por ese sueño? ¿A pagar el precio necesario en tiempo, dedicación y perseverancia? Si tienes un sueño no dudes en intentarlo, si no lo pruebas, jamás sabrás si era una gran idea.
HAZ EJERCICIO, MUÉVETE. La gente de Okinawa camina kilómetros diarios, pero no solo hacen ejercicio físico para estar en forma, es su estilo de vida, son delgados, moderan su consumo de alimentos y no ingieren bebidas alcohólicas.
TÓMATE LA VIDA CON CALMA. Está comprobado que el estrés es causal de muchas enfermedades, afecta nuestra concentración, memoria, daña las relaciones con los demás; pero, sobre todo, con nosotros mismos. Yo aprendí a meditar, evitar conflictos y discusiones innecesarias. Hoy, prefiero ser feliz que tener la razón.
RODÉATE BIEN. Yo los llamo vita-amigos, esos que te aportan y acompañan a ser tu mejor versión. La buena actitud se contagia y, si escogemos bien nuestro entorno, estoy segura que nuestra vida será mucho más divertida y provechosa.
CONTROLA TU COMUNICACIÓN. La forma cómo nos comunicamos es fundamental para una vida feliz. El lenguaje consciente te permite, no solamente hablar asertivamente, sino que aprendemos a escuchar.
BUSCA ACTIVIDADES QUE TE GUSTEN Y DEDÍCALES TIEMPO. Ejercita tu mente y cuerpo. Yo pinto mandalas, hago rompecabezas, leo, medito, oro, bailo, entre otras cosas; el tiempo para mí es sagrado.
SONRÍE, DA LAS GRACIAS Y MIRA LA VIDA CON AGRADECIMIENTO. Esto te permitirá ver la vida desde lo que tenemos y no desde lo que falta. El vaso medio lleno siempre será una gran opción.
AGRADECE, AGRADECE, AGRADECE. El agradecimiento es el síntoma de que somos felices; también, es un hábito que se cultiva y fortalece a medida que lo practicamos.
El último paso es IDENTIFICAR DÓNDE ESTÁS Y DÓNDE QUIERES ESTAR; yo lo hago mediante el ejercicio de las inteligencias, evaluando del 1 al 5, donde 1 es muy bajito y 5 óptimo. Una vez tengas esa cifra, define qué vas a hacer para fortalecerla.
INTELIGENCIA INTERPERSONAL. Es la habilidad de relacionarnos con el entorno. En este ejercicio evalúo cómo estoy con todos los grupos —hijos, pareja, compañeros de trabajo, vecinos o amigos— y a cada uno le creo una acción para que se fortalezca.
INTELIGENCIA INTRAPERSONAL. Es la capacidad de ser conscientes de cómo te estás relacionando contigo mismo, cómo está tu autoestima, automotivación, autoliderazgo y autoconfianza.
INTELIGENCIA EMOCIONAL. Es la capacidad que desarrollamos para gestionar las emociones. Recuerda que los hechos y las circunstancias no las podemos cambiar, pero la forma cómo las vamos a procesar sí.
Somos lo que hacemos diariamente y todos podemos tener la vida que nos merecemos ¡Simple-mente, sé feliz!
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