POR: GERMÁN HENNESSEY
Te pido que identifiques tres hábitos saludables o positivos de tu vida: ¿Cuáles son?, ¿recuerdas cómo surgieron? Ahora, enumera tres hábitos negativos o no saludables: ¿Los encontraste fácil?, ¿sabes cómo se originaron?
Te contaré de un hábito poco saludable: comer papas de bolsa para calmar la ansiedad. Es una actividad aprendida, que se repite de manera cotidiana y genera placer o satisface alguna necesidad biológica —cuerpo—, mental o emocional. Se puede describir el efecto directo de dicha acción, pero ¿por qué calma la ansiedad? Sostengo que el crujir de las papas produce cierta tranquilidad, lo que es una explicación válida; o es una buena excusa a una acción que hace daño a la salud. La segunda pregunta, ¿por qué es negativo? Engorda y aumenta el colesterol en el organismo, entre algunas; sin embargo, la principal es que la ansiedad no se elimina, solo se calma momentáneamente. La tercera pregunta, ¿por qué es un hábito? Porque quien lo tiene, sin pensarlo y con facilidad, busca el paquete para comer, así sea un poco.
Te doy ejemplo de uno negativo para sustentar que es más fácil encontrar los malos que los buenos, porque nuestro cerebro aprendió a identificar lo perjudicial o potencialmente peligroso para crear una solución que nos salve o proteja; asimismo, para reforzar la búsqueda consciente de aquellos que podemos y debemos cambiar para nuestro bienestar. Ejemplo de hábitos positivos que le vi a alguien en estos días: revisar la silla antes de salir de un carro para verificar que no deja olvidado algo, aprendido después que perdió unos documentos al bajarse de afán.
CONOCERLOS PARA RECONOCERTE
El primer paso con los hábitos es identificarlos: cuáles son esas actividades que haces de manera repetida, casi sin pensarlas, y no te das cuenta de sus efectos, ni consecuencias. El cerebro humano busca la eficiencia, hacer el menor gasto posible para lograr una acción necesaria; cuando encuentra esa forma, la realiza una y otra vez, sin preguntarte. Tanto lo repite, que causa un camino en las neuronas, permitiendo que sea fácil tomarlo cada vez.
A modo de ejemplo, imagina que irás por primera vez a un sitio; recibiendo ayuda, llegas; la segunda visita, pruebas opciones de trayecto; a la tercera, consideras que ese último recorrido es el adecuado; la siguiente ocasión, tu cerebro dirá algo como: “para qué vas a probar otra ruta, si esta es buena”; tú expresas con palabras lo que crees has decidido, solo que tu cerebro ya lo hizo por ti y te habitúas. El hábito funciona similar, lo haces una vez y el cerebro aprende; sorprendido, registra el placer, la alegría, comodidad, seguridad o tranquilidad que reporta dicha acción; la realizas nuevamente y guarda la información de que parece positivo; lo vuelves a efectuar y te impulsará a repetirlo, hasta que lo interiorizas tanto que lo harás constantemente, de manera inconsciente, sin observar lo bueno o malo de sus efectos.
CAMBIARLOS, NO ELIMINARLOS
La lucha es por eliminarlos, cuando el esfuerzo debe ser cambiarlos. Imagina que un río se seca y deja el cauce a la vista; si el agua vuelve, lo más seguro es que retomará la misma vía; si quieres modificar la ruta, debes cambiar su cauce desde el inicio para que el agua tome un nuevo rumbo. El primer cauce se mantendrá ahí, seco; con el tiempo, podrá cubrirse de tierra o crecer hierba y árboles; ya no se usa, pero queda la evidencia. Otra analogía, cuando un niño está realizando algo que no debe, como coger un adorno, intentamos convencerlo de no hacerlo, amenazamos con castigarlo o le decimos que está prohibido, distrayéndolo unos segundos, sin que pierda su interés, por lo cual insiste en la misma actividad; en vez de eso, los expertos recomiendan proponerle algo diferente, que le interese y haga perder la atención de lo primero. Así, debemos actuar con los hábitos negativos; nos proponemos suprimirlos, lo cual ocasiona que el cerebro active su “camino neuronal” para repetir la acción conocida, provocando un excesivo gasto de energía y una probable frustración. En su lugar, lo ideal sería crear otra “ruta neuronal” para que el cerebro aprenda y repita.
¿Cómo transformar los malos hábitos? Primero, ser conscientes que es un hábito negativo; segundo, desear cambiar para lograr bienestar; tercero, encontrar una nueva actividad que lo reemplace y nos suministre similar efecto; cuarto, empezar la rutina propuesta, de manera consciente, con decisión y disciplina. Volviendo a las papas, luego de reconocer que hacen daño, te propones algo diferente, por ejemplo, comer una fruta que te guste y convenga; así, cada vez que tienes el impulso de las papas, vas por la fruta y la comes con calma, disfrutas y mantienes esa rutina por varios días. ¿Cuántos? La investigación del University College de Londres de 2010, publicada en la Revista Europea de Psicología Social, titulada ‘Cómo se forman los hábitos: modelando la formación de hábitos en el mundo real’, encontró que se requieren entre 18 y 254 días para automatizar ese nuevo comportamiento, con una media o promedio, de 66 días, según el hábito a modificar y la persona; es decir, requerimos, por lo menos, entre 3 semanas y 2 meses, con juicio; algunos, casi 9 meses.
Mi recomendación final: empieza con uno solo; avanza, logra resultados y celebra esa pequeña victoria que reforzará la motivación y disciplina para continuar hacia tu bienestar y felicidad. Después, el siguiente. ¿Cuál será tu primer hábito negativo a cambiar?