jueves, diciembre 26, 2024
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LÍMITES: UNA GUÍA SANA PARA LAS RELACIONES

POR: GERMÁN HENNESSEY

Una de las causas de conflictos y dificultades en las relaciones interpersonales, es la ausencia de límites o el incumplimiento de estos. En mi experiencia como formador, entrenador de personas y líderes en organizaciones, sigo encontrando que tener límites poco claros o mal definidos, que se incumplen de manera cotidiana o no se tienen en cuenta, crea un ambiente de trabajo pesado o de convivencia no sana. Como padres de familia, los límites también son un factor clave en la educación y crianza.

En el diccionario, encontramos que límite es una “línea real o imaginaria que separa dos terrenos” (RAE, s.f.), pero ¿cuáles son esos terrenos? ¿Qué tan real es esa línea divisoria? Un límite es un valor, principio, política, norma, regla social o estándar. Un valor o principio, por ejemplo, la honestidad o lealtad; una política o directriz de conducta en la organización, ya sea en la gestión de calidad o del servicio al cliente; una norma, como la ley, un contrato laboral o cualquier otro tipo de pauta definida por la autoridad formal; una regla social, como la de hacer fila para subir al transporte público o respetar el turno; en los grupos, tratarse con amabilidad o de manera franca.

El límite, más que ser una frontera entre dos territorios, es un acuerdo entre las personas que guían sus decisiones, comportamientos y acciones. ¿Qué definimos y aceptamos como correcto y qué no? ¿Qué es bueno para ti y para mí? Son preguntas que ayudan a definir y acordar los límites. En un grupo de trabajo, el esfuerzo individual era diferente, lo que generaba reclamos y quejas permanentes entre los compañeros; motivados a conversar para conocerse y reconocerse, tuvieron claro qué era lo significativo con relación al desempeño personal y grupal, acordando nuevas “reglas” internas que ayudaron a definir qué era lo mínimo que cada uno debía cumplir y entregar al equipo; este nuevo límite, una guía de los comportamientos esperados, facilitó un mejor ambiente y resultados de trabajo.

Los valores son una forma crítica de límites, tanto en lo personal como laboral. ¿Cómo entendemos ese valor y lo manifestamos en la cotidianidad?, es la pregunta que debe responderse. Generar el diálogo entre las personas, es parte del ejercicio de facilitar ese reconocimiento y búsqueda del acuerdo, que bien puede ser un acuerdo de mínimos, es decir, aquello que todos nos comprometemos a cumplir.

LA AUTORIDAD PARA CUMPLIR

La autoridad es un poder que se caracteriza por influir en las elecciones y acciones de los demás; en la organización o el entorno formal, en el caso de los jefes. Es usual encontrar líderes de grupo que se hacen los “ciegos, sordos y mudos”, cuando observan que un límite se incumple. Por ejemplo, una supervisora hacía bromas a sus compañeros, muchas de las cuales calificaban como matoneo; ante el silencio de la directora, que lo dejaba pasar para no contrariar a una buena empleada, el mecanismo de defensa de algunos miembros fue devolver las bromas a la profesional, para luego hacerse bromas entre todos, lo que causó un ambiente tóxico. En este caso, el deber de la directora era llamar la atención a la supervisora apenas detectó los primeros síntomas de malestar, porque se estaba incumpliendo un límite, una norma social en el grupo, relativa al respeto. Cuando ella decidió actuar, la situación le había ganado.

Cuando una persona acepta, por acción u omisión, el incumplimiento de un límite, se hace cómplice de la corrupción del sistema; mucha mayor responsabilidad si tiene un rol de líder o poder sobre el grupo. Entender que era su deber hacer cumplir el límite, la regla social del respeto, era tarea de la directora; hacerlo con firmeza, basado en el acuerdo previo del grupo, era su apoyo. En este ejemplo, lo que faltó fue ejercer la autoridad. Ese ejercicio de autoridad es similar para los padres, parejas o amigos; si observo que alguien rompe el límite, mi deber es motivar al cumplimiento y hacerlo cumplir.

EL LÍMITE COMO GUÍA

Imaginen el elástico que utilizamos para atar los objetos; si lo estiramos una y otra vez, llegará un punto donde no retomará su forma y perderá la capacidad de presionar, por ejemplo, las cartulinas. Así es con los límites, cuando permitimos que se violen o incumplan, de manera continua, serán cual caucho que pierde su característica principal: guiar nuestras decisiones y comportamientos dentro de una interrelación sana.

El límite tiene un grado de flexibilidad, puedes permitir una excepción a la norma u otorgar un permiso, porque hay causas atenuantes o exigencias de la situación. Cuando el permiso se torna continuo, el límite se corre; con cada excepción, se correrá más, hasta que sea difícil volver a ese acuerdo. Dado que es una guía, la norma, regla o estándar, puede variar al haber cambios en el grupo o en su entorno; por ejemplo, en la pandemia se aceptaron disminuir las exigencias en muchos campos de trabajo. En algunos sectores, esos cambios se tornaron permanentes, por lo que ha sido necesario modificar los acuerdos o límites, es decir, horarios laborales o el trabajo híbrido. Por eso, el límite no es fijo, cual frontera física, sino una guía para las personas.

Acordarlos es el primer paso; hacerlos cumplir, el segundo; y tener la inteligencia de modificarlos, cuando la situación lo exija, el tercer momento; es decir, un nuevo acuerdo. Tener límites es sano y útil para las relaciones, ya sean de trabajo, amigos, pareja o familiares. Te dejo con dos preguntas para tu reflexión: ¿Cuáles son tus principales límites? ¿Los cumples y haces cumplir?

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